El Proyecto Éfeso nació de la visión de un grupo de responsables de iglesias, conscientes de la necesidad y el deseo de formación de otros responsables con muchas cargas familiares, laborales y de servicio en distintos ministerios, y que por ello, no tenían a su alcance la posibilidad de apartar dos o tres años de su vida para estudios presenciales en un seminario o institución académica.
Tras varios encuentros para planear la estrategia de estudio y materiales, la primera promoción de alumnos se puso en marcha durante el puente del 5 al 8 de diciembre del 2002, con cinco clases presenciales a lo largo de aquel primer curso. Unos días antes, en noviembre, los participantes recibían una carta firmada por Daniel Hollingsworth, como coordinador y Rubén Lugilde, como Jefe de Estudios. Decía: “la preparación previa para esta primera asignatura es fácil: orar y venir dispuesto para estudiar en profundidad la Palabra de Dios… Esperamos un fin de semana de mucha bendición y que sea útil, tanto en tu formación bíblica como en tu andar diario”. Aquel puñado de hombres y mujeres alrededor de una gran mesa en Toral de los Guzmanes, fueron el grupo donde se puso a prueba la utilidad del sistema de estudio, así como los puntos a mejorar.
Desde entonces Éfeso ha iniciado una nueva promoción cada 2 años. Si Dios lo permite, en septiembre de 2018 empezará la novena promoción. Y ¿quiénes han sido los participantes? Pues hombres y mujeres; algunos muy jóvenes, otros muy maduros; españoles e inmigrantes; algunos con una larga trayectoria de comunión con el Señor, otros con menos años de estudio Bíblico previo a sus espaldas; responsables de iglesias al lado de aquellos que quieren prepararse para servir mejor. Personas que han sacrificado sus fines de semana libres, desplazándose desde lugares como Cataluña, Andalucía, Galicia, Aragón, País Vasco, Madrid, Castilla y León, Asturias. Estudiantes y profesores que han dejado a sus familias, en ocasiones con problemas de salud o situaciones difíciles, para venir a aprender o a servir. Personas que han hecho su jornada laboral, y después de unas cuantas horas de viaje, se han dispuesto a empezar la primera clase a las diez de la noche del viernes. Sí, a horas un tanto intempestivas, unos se han mantenido alerta para enseñar y otros se han preparado para aprender e intentar llegar a la ceremonia de clausura con todas las lecturas hechas y las tareas entregadas.
A lo largo de los tres cursos, con sus seis clases presenciales, la exposición de los profesores, talleres, libros a leer y trabajos a escribir, Éfeso no ha intentado ofrecer todo el conocimiento del mundo acerca de la materia correspondiente al fin de semana. Sería una utopía al tiempo que una necedad.
Lo que este Proyecto ha tratado de dar han sido herramientas para que cada alumno profundice en su casa hasta donde pueda o quiera llegar, y que esas herramientas sean exactamente eso: un medio útil para poder estudiar y pensar. Descubrir qué dice la Biblia, no como una descripción académica de Dios, sino como un conocimiento que trascienda más allá de la mente a cada fibra del ser y marque una diferencia en la relación con Dios y con los demás.
En enero de 2003, después de la primera clase, Rubén Lugilde escribía a todos los alumnos: “Ha pasado ya un mes desde nuestro primer encuentro en Toral, y queda ya muy poco para volvernos a ver… Personalmente, es una bendición el formar parte de la familia del Proyecto Éfeso y poder compartir con todos vosotros la comunión cristiana y el estudio de la Palabra. Estoy convencido de que el Señor tiene muchas cosas que enseñarnos y que, por su Gracia, a través de este proyecto, Él llevará a cabo sus planes para nuestras vidas y podremos ser sus instrumentos para bendecir a otros”. Creo que muchos de los que hemos pasado desde entonces por Éfeso, podemos dar fe de la realidad de sus palabras.